¿Cómo hacer las Consagraciones Eucarísticas?

Hasta aquí es un camino elemental de sana pedagogía espiritual.

¡Pero ahora el Señor quiere ampliar esta Consagración a todos los que se sientan llamados a vivir la VDCJ!

Tiene unas características nuevas:

1ª.- Se hace para el martirio.

2ª.- Se hace en grupo

 

1º.- Consagración “para el martirio”.-

Todo lo anterior lleva a la primera característica novedosa, que consiste en la oblación de su vida, aspirando a la Gracia del Martirio, pero sin reclamarlo, pedirlo, buscarlo temerariamente.[1]

Es una Consagración para ir a morir con Él en Su Pasión.

Es una Consagración para introducirse por la Herida de su Costado en los Misterios de su Amor. Misterios Dolorosos, pero Gozosos, porque culminan con Su Resurrección. 

Ofrecerse al martirio no quiere decir que todo el que haga la Consagración, muera mártir…

El ofrecimiento lo hace la persona, pero es Dios quien dispone.

Habrá personas que la hagan y mueran mártires, y otras no. También habrá quienes no la hayan hecho y mueran mártires.

Este tema del martirio no es una novedad en la Iglesia, pues desde el principio se han dado. Desde el mismo Jesús en la Cruz, hasta los últimos que está habiendo en todo el mundo. De hecho, en estos últimos cien años ha habido más mártires que en los primeros siglos de la Iglesia.

Por lo demás, el marti­rio es algo constitutivo de la vida cristiana.

Recordemos las palabras de Jesús:

« Si alguno quiere venir detrás de mí, niéguese a sí mismo, cargue con su cruz cada día y sígame.

El que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí, ése la salvará. » [2]

San Pablo recomienda a los fieles de Filipos (y a nosotros): “Tened entre vosotros los mismos sentimientos de Cristo”.[3] Y un sentimiento fundamental en Jesús era el de morir en la cruz para redimirnos.

Él fue el primer mártir que marcó el camino a quienes le habían de seguir.

Ser cristiano es seguir a Cristo haciendo lo que Él hizo en la tierra; y esta elección incluye la op­ción de dar la vida con El y como Él por el bien de los hombres.

Papa Francisco:

El martirio es el aire de la vida de un cristiano, de una comunidad cristiana. Siempre habrá mártires entre nosotros: esta es la señal de que vamos por el camino de Jesús. Es una bendición del Señor que haya, en el pueblo de Dios, alguno que dé este testimonio de martirio.”[4] 

Santa Teresita del Niño Jesús expresa y vive perfectamente esta idea.

En el Capítulo IX de su vida leemos:

“Ser vuestra esposa, ¡oh Jesús!, ser por mi unión con Vos madre de las almas, debía bastarme… Pero yo siento en mí otras vocaciones: la de guerrero, la de sacerdote, la de apóstol, la de doctor, la de mártir… Querría llevar a cabo las obras más heroicas. Me siento con el valor de un cruzado, de un zuavo pontificio. Querría morir en el campo de batalla en defensa de la Iglesia. Quisiera iluminar las almas como los profetas y los doctores… Quisiera ser misionero,… Pero sobre todo y por encima de todo quisiera derramar por ti hasta la última gota de mi sangre… ¡El martirio! ¡El sueño de mi juventud! Pero siento que también este sueño mío es una locura, pues no puedo limitarme a desear una sola clase de martirio… Para estar satisfecha, tendría que sufrirlos todos.”

¿Cómo tuvo santa Teresita tan ardiente deseo de martirio? Ella cuenta cómo a sus 14 años cayó en sus manos el libro “El fin del mundo y los misterios de la vida futura”, del P. Charles Arminjon.

“Este libro se lo habían prestado a papá y le pedí permiso para leerlo. Esa lectura fue una de las mayores gracias de mi vida. La impresión que me produjo es demasiado íntima y demasiado dulce para poder contarla.”

En dicho libro, el P. Arminjon, citando a San Agustín en su comentario al texto de san Juan, dice que en los últimos tiempos todos los infieles, herejes, y hombres malos se aliarán con el anticristo para perseguir a los fieles a Dios, y que esta persecución, “la más inhumana y la más sangrienta de todas las que jamás ha sufrido el cristianismo, estará exclusivamente impulsada por el odio directo a Dios y a Cristo, y su único fin será el exterminio del Reino de Dios, la aniquilación total del cristianismo y de toda religión positiva, por el colosal poder y los medios prodigiosos de fuerza y de destrucción que poseerá el Anticristo, y por la espantosa malicia del demonio, pues en aquellos días Dios le dejará salir de la prisión de llamas donde está encadenado y le dará permiso para seducir y saciar su odio contra el género humano, por lo que dice san Cirilo que habrá multitud de mártires, aún más gloriosos y más admirables que los que combatieron antaño contra los leones en los anfiteatros de Roma”.

Escribió Santa Teresita años más tarde:

 “Al pensar en los tormentos que serán el lote de los cristianos en tiempo del anticristo, siento que mi corazón se estremece de alegría, y quisiera que esos tormentos estuviesen reservados para mí...”[5]

Exclama:

Con Santa Juana de Arco, mi hermana querida, quisiera murmurar en la pira tu nombre, ¡oh Jesús!“.[6]

En 1887, Teresita peregrina a Roma y visita el Coliseo. Con santa envidia invoca a San Sebastián y le pide correr su misma suerte martirial, y a la mártir Cecilia le dice:

Como tú quisiera sacrificar mi vida, darle a Jesús toda mi sangre”.

Al posar mis labios sobre el polvo purpurado con la sangre de los primeros cristianos, me palpitaba fuertemente el corazón.

Pedí la gracia, como Juana de Arco, ser también mártir por Jesús, ¡y sentí en el fondo de mi corazón que mi oración era escuchada![7]

El día de su profesión, a sus 17 años, llevó sobre su pecho un papelito en el que pedía a su Esposo:

“Jesús, que muera mártir por ti, con el martirio del corazón o con el del cuerpo, o mejor, con los dos…”.

Teresita, que había deseado sufrir todos los suplicios infligidos a los mártires, en su última enfermedad escribe:

“¡Cuando pienso que muero en la cama! Me hubiera gustado morir en la arena“.[8]

Pero acepta contenta el martirio que le ha escogido Jesús:

“¡Morir de amor, dulcísimo martirio, es el martirio que sufrir quisiera![9]

Este martirio de amor lo ofreció un año antes de su muerte al Corazón de Jesús en el día de su fiesta, 22 de junio de 1896:

Lo sabes bien, mi martirio, mi único y solo martirio, ¡oh Corazón de Jesús!, es tu amor, y si suspiro por verte pronto en el cielo, es para amarte, que amarte más y más cada vez quiero. En el cielo, emborrachada dulcemente de ternura, yo te amaré sin medida.”

1º.- Consagración en grupo.-

La segunda característica aparentemente novedosa de esta Consagración es que es “en grupo”.

Jesús mismo pidió a santa Margarita María de Alacoque que ella y su Director espiritual, san Claudio de la Colombière, se consagraran conjuntamente a su Corazón. Lo hicieron el 21 de junio de 1657, en Paray-le-Monial (Francia).

El 17 de junio de 1689, el Señor pidió a santa Margarita que escribiera al Rey de Francia, Luis XIV, para que consagrara Francia a su Corazón.

El 25 de marzo de 1873, el Presidente de Ecuador, Gabriel García Moreno, consagró su Nación al Corazón de Jesús.

Desde 1917 la Virgen está pidiendo la Consagración de Rusia a su Inmaculado Corazón.

El 30 de mayo de 1919, el Rey Alfonso XIII consagraba la Nación española al Sagrado Corazón de Jesús en el Cerro de los Ángeles.

El hacer esta Consagración en grupo no es tan raro. Al Señor le gusta que oremos juntos, “en grupo”:

“Si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán de mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. [10]  

También puede haber otra explicación. El Reino de Dios está en cada cristiano que está en gracia.[11] La unión de todos aquellos que tengan en sí el Reino de Dios constituirá el gran Reino de Dios en la tierra, la nueva Jerusalén que, aunque no seremos nosotros quienes la construyamos, pues es Dios el que lo hace,[12] constituirá una unidad, el Nuevo Templo, que es uno, pero formado por un complejo de piedras[13] que forman una unidad armónica.

Esta Consagración se pide “en grupo” para poner las bases de la Nueva Iglesia, del Reino de Dios, que está formado por todos nosotros formando una unidad en el amor. Es decir, tiene una dimensión escatológica, de futuro, que entenderemos bien cuando se haya hecho presente el Reino de Cristo.

¿Cómo hacer esta Consagración en grupo?

Puede ser a nivel de Comunidad religiosa, Asociación apostólica, familia, grupo de amigos, etc.

Para la validez, no es necesario que hagan la Consagración todos y cada uno, pues puede haber alguno que no lo desee. Bastaría con que la hagan algunos miembros del grupo.

Si una persona no puede encontrar un grupo, puede hacerla individualmente, aunque procurando unirse en espíritu a aquellos que la hacen en grupo.

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Son dos consagraciones, pero pedagógicamente enlazadas.

Lo lógico es hacer la Consagración en dos etapas:

  1. A) Primero se hace una Consagración al Corazón maternal de María.

En esta consagración nos comprometemos a entregarnos a Ella para ponernos en sus Manos, confiando en Ella, para que nos lleve a Jesús y nos transforme en imágenes vivas de su Hijo.[14]

Primero nos consagramos a María, la Madre, Mediadora, Corredentora, Madre de la Eucaristía, para que Ella, en la Patena de su Corazón, vaya preparando el alma como se hace el pan en el horno: a altas temperaturas se cuece la masa y se eliminan las impurezas.

Estas Consagraciones deben hacerse en ambiente de Retiro y oración, y en sacrificio y mortificación.

La mía el día de la Inmaculada o, en su defecto, otro similar.

La de Jesús el día del Viernes Santo a las tres de la tarde, porque son Consagraciones para morir en Cruz. “  [15]

También puede hacerse el dos de febrero, fiesta de la Presentación de Jesús en el Templo, cuando María, Patena Inmaculada, presentó a Jesús a Dios Padre. El alma se pone en esa misma Patena, que es el Corazón de María para, una vez purificada, ser presentada al Padre juntamente con Jesús. 

También puede realizarse en otra fiesta de la Virgen.

La Virgen también explica que, como paso previo a esta Consagración en grupo, cada persona debe haber hecho su Consagración individual previa a la Virgen:

« Anteriormente a ésa, que se tendría que hacer en grupo, está la Consagración individual de cada uno.

La persona puede que ya la tenga realizada con otras fórmulas.

El alma, para venir a la transformación eucarística, ha de estar previamente consagrada en individualidad.» [16] 

Quien haya leído los libros de “Dictados de Jesús a Marga”, habrá visto cómo el Señor pide consagrarse a Su Corazón a través del Inmaculado Corazón de María.

Lo normal es ir a Jesús a través de su Madre. Es el lema, ya clásico, de san Luis María: “Ad Jesum per Mariam”.

Por eso el Señor recomienda consagrarse primero a la Virgen, para que Ella, como Madre nuestra, modele nuestro corazón a imagen y semejanza del de Su Hijo y, como Mediadora,[17] nos lleve a Él.

  1. B) Después se hace la Consagración al Corazón eucarístico de Jesús.

Cuando se vive la Consagración a la Virgen, se puede dar el paso siguiente: la Consagración al Corazón de Jesús.

Esta Consagración es un paso importante en la vida y requiere preparación.

Es necesario haber leído y meditado los cuatro libros de “Dictados de Jesús a Marga”, tratando de ponerlos en práctica en la propia vida, y sintiéndose movido por el Señor para esta entrega.

Esta Consagración se hace en Semana Santa.

Durante la Cuaresma previa se procura insistir en la oración, sacrificios y caridad.

Ya en la Semana Santa, el Señor pide que se haga un Retiro, comenzando el Miércoles Santo a las tres de la tarde, y culminando el Viernes Santo, también a las tres.

Si alguno tiene dificultad de hacer el Retiro en grupo, puede hacerlo en su casa. Pero mejor si puede hacerlo en grupo y en algún lugar sagrado (Casa de Ejercicios, Capilla, etc.,).

Deben hacer tres horas de oración seguidas y rezar a las tres de la tarde el Rosario de la Misericordia.

« Ésta no es una Consagración cualquiera.

Es una Consagración para venir a morir Conmigo en mi Pasión.

Se culmina con el Viernes Santo, en la Cruz y a las 3 de la tarde, cuando mi Corazón fue herido por la lanza de vuestro pecado, y al instante brotó Sangre y Agua.» [18]

 « Para hacer la Consagración que un día me haréis, estaréis tres días de Retiro, y sólo me la harán los elegidos, que no quiero desertores ni traidores. » [19]

 

[1] “Los dones extraordinarios no hay que pedirlos temerariamente”: Concilio Vaticano II, Constitución dogmática “Lumen Gentium”, 12.

[2] Lc 9,23. 

[3] Cfr. Flp 2,5

[4] Papa Francisco: Audiencia General, 12 de diciembre del 2019.

[5] Cfr. Historia de un Alma, Manuscrito B, 30r.  

[6] Cfr. Historia de un alma, IX.

[7] Cfr. Historia de un alma, VI.

[8] Últimas conversaciones, Varia, 4.11.

[9] Poesía 17.

[10] Mt 18,19-20. 

[11] Cfr. Lc 17,21.

[12] Cfr. Ap 21,2.

[13] Cfr. Ap 21,19-20.

[14] Cfr. Rm 8,29.

[15] Mensaje de la Virgen del 10 de marzo de 2017 (Tomo IV).

[16] Mensaje de Jesús del 10 de marzo de 2017 (Tomo IV).

[17] Cfr. San Pio X: Encíclica “Ad diem illum laetissimum”, 04-02-1904; LG 60; 62; san Juan Pablo II: Encíclica “Redemptoris Mater”, 38; 24-09-1997; 01-10-1997; Benedicto XVI: 01-01-2012. 

[18] Mensaje de Jesús del 27 de enero de 2016 (Tomo IV).

[19] Mensaje de Jesús del 06 de diciembre de 2015 (Tomo III).

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