Consagración al Corazón Eucarístico de Jesús

Habiendo sido purificados en la patena del Corazón Maternal de la Virgen María y habiendo sido hallados gratos por el perfeccionamiento y la lucha constante de sus virtudes por la expansión del Evangelio y la Buena Nueva del Mensaje de Jesús, nos consagramos a su Corazón Eucarístico.

En esta entrega que hacemos, oblativa de todo nuestro cuerpo y alma, todo nuestro ser y todas nuestras cosas y todas nuestras aspiraciones, pasamos a formar parte de ese Sacrificio Eucarístico y somos una partícula pequeña y minúscula de Jesús Eucaristizado, del Corazón Místico de Jesús, convirtiéndonos en una donación total, en eucaristía también para Jesús y para sus hermanos. Una víctima entregada.  [1]

“Ser eucaristía entregada en favor de nuestros hermanos los hombres”.[2]

Cruz Dulce y martirio delicado”,[3] porque es un martirio dentro de la Devoción al Corazón de Jesús y no se puede separar de su Ternura.

« Ésta no es una Consagración cualquiera.

Es una Consagración para venir a morir Conmigo en mi Pasión.

Se culmina con el Viernes Santo, en la Cruz y a las 3 de la tarde, cuando mi Corazón fue herido por la lanza de vuestro pecado, y al instante brotó Sangre y Agua.[4]

Es una Consagración para introducirse por esa Herida en los Misterios de mi Amor. Misterios Dolorosos, pero Gozosos, porque culminan con mi Resurrección.

Si venís a morir Conmigo vendréis también a reinar Conmigo, a vivir Conmigo, en mi Resurrección.» [5]

 “Sabed que, si las víctimas no venís por mi Mano, Jesús nunca os encontrará gratas para una Consagración en oblación a Él. Y así como Yo le preparé para la Cruz, sois llevados al suplicio. Martirio cruento o incruento, por seguir su divina Voluntad. Y en ese martirio todo se os hará poco para poder sufrir por Él y por vuestros hermanos. En él cantaréis y gozaréis a semejanza de los primeros cristianos cuando iban a ser enviados a las fieras.

Gozaréis de grandes dones místicos de unión eucarística con el Corazón de Jesús. Cada uno en proporción a lo que él es y según sea la Voluntad de Dios en esa alma. Y vuestra vida será un continuo darse a los hermanos en comida y bebida. Vuestro apostolado será activo y fecundo. Cultivaréis la vida de la Gracia en los corazones que se os estén encomendados, la vida del Sacramento de los Sacramentos: la Eucaristía. Seréis hechos Eucaristía con la Eucaristía. Corazón eucarístico de Jesús con el Corazón Eucarístico de Jesús.

Y esa transformación la llevaréis para vuestros hermanos en el Reino Nuevo Eucarístico, para posteriormente resucitar en su Cuerpo Místico Eucarístico, formando parte del Corazón Místico Eucarístico de Jesús.

Por eso no es cualquier cosa. Pensad que venís a ser Eucaristía. A ser transformados en el Pan que da la vida a los hombres. Ese pan es trigo triturado, es amasado y es echado al fuego del horno. Es consumido y es aniquilado. Como cordero llevado al matadero por amor a Dios y en rescate de los hombres, sus hermanos. Que ninguno venga imprudentemente a esto. Meditad si os sentís llamados.

Estas Consagraciones deben hacerse en ambiente de Retiro y oración, y en sacrificio y mortificación.” [6]

[1] El Padre Melchor de Pobladura, en su obra “En la escuela espiritual del Padre Pío de Pietrelcina” presenta así la realidad de víctima: «Ser víctima, en el lenguaje tradicional ascético, quiere significar donación total para ser habitualmente inmolados por amor al Señor. No se trata por tanto de una simple aceptación más o menos voluntaria de sacrificios o de sufrimientos, etc. sino de la decisión consciente de dejar vía libre a la acción purificadora y santificadora de Dios… Esta totalidad de la ofrenda victimal, que debe distinguirse del denominado voto “de lo más perfecto”, se expresa adecuadamente con el vocablo holocausto. De hecho, se trata del sacrificio radical del ser y del obrar, de lo que se es y de lo que se tiene, del presente y del futuro, de la vida y de la muerte; de una entrega, o mejor todavía, de una consagración amorosa sin límites ni condicionamientos: de un sacrificio integral, completo y perfecto, ofrecido en alabanza y gloria de Dios».

 

[2] Mensaje de Jesús del 30 de enero de 2016.  

[3] Mensaje de Jesús del 24 de febrero de 2017.

[4] Cfr. Jn 19,

[5] Mensaje de Jesús del 27 de enero de 2016 (Tomo IV).

[6] Mensaje de la Virgen del 10 de marzo de 2017 (Tomo IV).

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