Introducción a las Consagraciones Eucarísticas

1.- ¿Qué es una Consagración?

La Consagración es un acto mediante el cual la persona se entrega a la Divinidad, y digo persona porque ni los minerales, ni las plantas, ni los animales pueden consagrarse. Sólo puede hacerlo una voluntad libre, como es la humana.

La consagración fundamental es el acto en que la persona cae en la cuenta de que ha sido creada por Dios, de Él proviene todo lo que es y tiene y, consciente y libremente, responde diciendo: Aquí estoy yo, me entrego a ti.

Esta consagración fundamental ocurre en el Bautismo y nada puede superarla, solo perfeccionarla o completarla.[1]

El problema estriba en que la mayoría de los católicos reciben el Bautismo sin uso de razón y sin una formación y vivencia cristiana que les lleve a tomar conciencia de lo que significa ser bautizado.

Esta consagración fundamental está como “en potencia”, dormida y sin hacerse activa en la vida del bautizado. Muchas personas que viven desde la más tierna infancia en ambientes donde ni la familia, ni los padrinos, ni la escuela, hablan de Dios, desconocen que desde el momento del bautismo son personas consagradas a Dios, con lo que eso implica.

A lo largo de la historia han surgido hombres y movimientos que han llevado a cabo su vocación para dar a conocer y concientizar al pueblo de esta verdad religiosa. Un ejemplo de ello es San Luis María Grignion de Montfort, que en su “Tratado de la Verdadera Devoción a la Virgen María”, redescubre esta Consagración a Jesús por María como una “verdadera” renovación de los votos bautismales, es decir que, como hemos comentado antes, toda consagración perfecciona o actualiza la consagración fundamental en la vida de un católico que es su bautismo.

La Consagración es algo muy importante y no se puede tomar a la ligera.

Si la persona no es consciente de ello, se reduce a una mera fórmula que se recita sin fruto, estérilmente.

[1] Cfr. Decreto “Perfectae Caritatis”, del Concilio Vaticano II, 5.

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