Décima Instrucción: cread familias fuertes

El Demonio y la Triple Concupiscencia

Una de las características del demonio es su inteligencia: se adapta a los tiempos, a las circunstancias, intentando encontrar los resquicios, por los que colarse en cada corazón humano y en el corazón de las sociedades humanas a través de la familia, célula de la sociedad, y lo hace además de modo subrepticio, colándose poco a poco, sin que su presencia sea notada. ¡Ahí es cuando es más peligroso!

“Mirad, el demonio ha iniciado la batalla desde dentro, desde dentro de vosotros porque sabe que desde fuera no puede.

Desde fuera lo intentó antaño, moviendo todos los gobiernos materiales, y le plantasteis cara.

Mirad lo que ha hecho, y ha sido entrar en vuestros hogares y desde ahí, expandir su mundo de pecado y en contra de Dios.

Mirad que no lo hizo de lleno y de una vez, sino poco a poco”. [1]

Cabe destacar que, aunque los métodos del demonio puedan evolucionar, la esencia de los mismos se mantiene por los siglos y es que ya hace 2.000 años, Jesús abrió el camino para nosotros y justo antes de iniciar su ministerio público, el Espíritu le condujo al desierto, para entre otras cosas ser tentado por el diablo. Jesús, no olvidemos, es igual en todo a nosotros salvo en el pecado, y como verdadero hombre (además de verdadero Dios), el Padre no quiso escatimar para Él ninguno de los avatares a los que está abocada la naturaleza humana, entre ellos las tentaciones. Jesús se expuso a todos esos peligros en el desierto y venció, abriendo el camino, para que a partir de su resurrección podamos vencer con Él, las tentaciones. Podríamos decir que la primera batalla de la historia la ganó el demonio con la caída de nuestros primeros padres, la segunda Jesús.

Dice San Juan Pablo II, que las tentaciones tienen un orden. 

“Los relatos evangélicos describen las tentaciones de Jesús en el desierto haciendo referencia a la triple concupiscencia, que según la enseñanza de San Juan en su primera carta (I Jn 2,16), que constituye el estímulo del pecado: la concupiscencia de la carne, la de los ojos, la soberbia de la vida.”

Este orden es el que aparece mostrado en el Evangelio de San Lucas.[2] La táctica de la tentación es siempre la misma, el demonio ya sabe por dónde tentar. Comienza siempre por la sensualidad, por la materia.

La Virgen nos habla de cómo estas tentaciones han ido entrando de forma sutil y por este orden, en las familias.

“Primero entró con el hedonismo y la comodidad; el placer y la pereza; el buen comer, el buen beber, las adicciones de todo tipo. Todo el mundo sensual libre y a vuestra discreción, usando de él sin cortapisas y como queríais, como os dé la gana en cada momento.

Haciéndoos ver que “no es malo” y que “es humano” y que no usar de él es “reprimirlo” y causa mal psíquico.

Ahí entra por una vía que, si se le va abriendo, es muy peligrosa y causa estragos e incluso puede perder ya el alma sólo con eso. Nunca se conforma con “un poco” y luego quiere más. Pero sí engaña diciendo: “es sólo un poco, no pasa nada por un poco”.” [3]

La segunda tentación es “si me adoras, todo será tuyo”. Esas son las palabras que el diablo le dijo a Jesús. Un detalle de tremenda importancia, es que es una tentación condicional (si me adoras) y tiene un alto precio a pagar, como nos asegura la Virgen:

“Después de esto viene por la avaricia y el deseo de tener y tener. Trabajar y trabajar para tener.

Tener cosas, dinero, casas, coches, yates, regalos, joyas, vestidos, ungüentos y aceites, traducido en culto al cuerpo, imagen externa atrayente, como finalidad total en tu vida. Y en esa codicia y deseo de tener, el alma se pierde y se olvida de Dios.” [4]

Y finalmente, la tercera tentación. Es lo que San Juan denomina, soberbia de la vida.

“Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito:

A sus ángeles te encomendará, y en sus manos te llevarán, para que no tropiece tu pie en piedra alguna.” [5]

Esta tentación está siempre presente en la historia de la humanidad. No olvidemos que la caída de Adán y la de Luzbel (el Ángel más bello e inteligente del paraíso), fue por un acto de soberbia, de desobediencia, el primer hombre y el ángel convertido después en demonio, decidieron seguir sus vidas, prescindiendo de Dios. La Virgen nos indica además, que en nuestra generación esta tentación ha llegado hasta el grado sumo:

“Y por último y al final, la soberbia. Cuando ya el hombre ha visto que ha conseguido todo eso por sus medios, piensa que no necesita de Dios y en lugar de seguir y buscar sus Leyes, se inventa las suyas. Y hace un Dios y una Ley de Dios a su medida. Llegando al grado sumo en el que nos encontramos ahora que, no contento con apañar su propia Ley a su vida, quiere cambiar la Iglesia y hacerla a su medida. “[6]

Y la Virgen va más allá, puesto que define la situación actual como Apostasía generalizada:

“Casos de estos se han dado en toda la historia de la Iglesia, pero la característica de esta época es que es generalizado. “[7]

La familia como centro del ataque del demonio

Hay una cierta tendencia en el hombre de mirar la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio[8] y siguiendo este modelo de comportamiento tienda a culpar de los males propios y de la sociedad, a “los de fuera”, ya sean personas o instituciones, sin caer en la cuenta, de que muchas veces, el origen de sus males, está dentro de sí mismo y del círculo más allegado, es decir su familia.

La Virgen nos indica que el demonio ataca principalmente a la familia, y la familia corrompida es la que incide sobre la Iglesia y los sacerdotes, terminando por afectar a todos los cimientos de la sociedad.

“Como veis, al demonio no le ha hecho falta atacaros desde afuera. Ve que es mejor y más efectivo hacerlo desde dentro.

Y esto empezó en los hogares. La familia es la célula de la sociedad. También la corrupción de la familia ha llegado a la Iglesia y ha hecho que mis ministros cambien de parecer y prediquen otra doctrina que no es la cristiana. Corrompidos por la familia.

Echáis la culpa a mis ministros de vuestro desvío, y Yo quiero que lo miréis desde vuestro interior.

Tantos matrimonios infieles a la Ley de Dios, que habéis dicho por activa y por pasiva que es una Ley incumplible, habéis convencido a mis sacerdotes de ello.

Y esto sólo es por vuestra pereza y sensualidad. Por vuestra codicia y por vuestra soberbia acuciante.

Primero entró en vosotros.

Y ahora, por eso os digo: ¡Sacadlo! ¡Expulsadlo! Expulsadlo de vuestras costumbres familiares. Expulsadlo de vuestro interior.

Si el demonio ve una familia fuerte, huirá corriendo.” [9]

Si pensáramos en las familias como en fichas de dominó, separadas a una cierta distancia (pequeña comparada con el tamaño de la ficha), quizás entenderíamos mejor lo que la Virgen trata de decirnos que ha ocurrido en el pueblo español: si cae una ficha, van cayendo todas, una a una por “efecto dominó”. El guardar las apariencias, ser señalados por el resto… hace que las familias vayan mundanizándose y como virus que se propaga por doquier, influyendo en la mundanización de otras familias cercanas, empezando por las más allegadas:

“El malo ha hecho estragos entre vosotros, españoles de bien. ¡Cuánta deserción de las filas! ¡Qué pocos se han mantenido en pie! Esos han sido la burla de sus comunidades. Comunidades donde antes se practicaba el bien y la virtud y estaban todos unidos y a una.

Es muy difícil para los de esa generación señalarse del resto, ya que la costumbre siempre ha sido ir todos a una, ayudarse y hacer lo que otros hacen.

También buscar un sacerdote que piense como tú, y hacer que diga lo que quieres, para luego decir que haces lo que él te dice.

Son costumbres desviadas del pueblo español.” [10]

 Jesús lanza un alegato de la familia, pero una familia según Dios, a semejanza de la Sagrada Familia de Nazaret:

“¡Oh, los que predican falsedades sobre la familia!

¡Nooo! ¡La familia no es eso! ¡La familia no es eso!

¡No es la relajación de costumbres! ¡No es la vanagloria mundana!, ¡no es el afán de dinero y de la prosperidad! La familia no es eso.

Y si no, que se lo digan a la Sagrada Familia.

Que vengan a Mí y que pregunten a mi Familia, ¿qué es la Sagrada Familia?

Porque la institución familiar es sagrada.

¡Ahora vienen los profanadores de la familia y le ponen la zarpa encima, aplastándola!” [11]

La entrada del demonio ha sido por la sensualidad (primera concupiscencia)

Decía al principio que el demonio es tanto más peligroso, cuanto más parece que no está actuando en nuestra vida. Es la tentación del fariseo, aquel que se consideraba justo y garante de la Ley de Dios, pero que en la práctica solo cumplía con la parte externa.

¿Qué es una familia fuerte?, se pregunta la Virgen:

“Querida Marga, y aquí te dirán: “No me hace falta que ella me lo diga, yo ya lo sé”.

Y Yo te digo, hijo mío: Pues no lo practicas. Escucha, pues quizá estás equivocado y es que no lo haces porque no lo conoces. Y si crees que ya lo haces, ve con Dios: en el camino nos encontraremos o en el día del juicio se verá tu final.

¡Qué miedo le da al demonio las familias fuertes!”

En verdad, el demonio siente pavor por las familias fuertes, y la familia fuerte por antonomasia es la Sagrada Familia, la familia donde mirarnos, donde buscar referencias y pautas de comportamiento. La Virgen que aplasta la cabeza de la serpiente, San José, terror de los demonios, y Jesús, el Redentor, que expulsaba los demonios por el dedo de Dios,[12] son el modelo al que deben mirar las familias cristianas si quieren desterrar a Satanás de sus vidas.

Pero, ¿cómo vivían la Virgen y San José esta primera tentación? La Virgen Pura e Inmaculada, antes, durante y después del parto, y San José un esposo casto, complemento perfecto para proteger y guardar la virginidad de María.

“María y José es el matrimonio casto por naturaleza, prefiguración del Sacramento del matrimonio que institucionalizaría Jesús. Por su naturaleza, elevaron todas las cosas a Dios.” [13]

Y es que el Evangelio es radical en cuanto al tema de la sensualidad, y se ha rebajado tanto el listón, que muchas personas y familias que se dicen cristianas, creen que tal y como está el patio afuera, con una “moral de mínimos”, muchas veces externa y de apariencia, ya cumplen con la Ley de Dios.

“Algunos se creen que por tener muchos hijos quedan excluidos de cumplir los Mandamientos.

No hijo, el tener muchos hijos no te exime de ellos. A veces son fruto de tu promiscuidad. ¿Qué tiene que ver la promiscuidad con el Evangelio? Aquel donde se dice: “Todo aquel que ha mirado a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio en su corazón”.

Cuida la mirada de deseo también con tu mujer, con tu marido.

El amor de esposos puro y casto, en el compartir una misma carne, es algo bello y hermoso que agrada a su Creador. Y por medio de ellos, se le alaba.

Que se sepa sujetar la carne, es algo santo y puro. Y esto no se consigue sino con periodos de abstinencia. Que son sanos y saludables.

Al igual que comer es bueno, pero no lo es el atracarse cuando os viene en gana. Moderad vuestro apetito también en las relaciones conyugales carnales.”[14]

A la pregunta de por qué empieza por aquí, la Virgen responde:

Porque es la vía de entrada del demonio en vuestros matrimonios y en vuestros hogares”. [15]

“Echad un vistazo, haced examen de conciencia auténtico ante la luz de Dios y veréis todo aquello que tenéis que apartar de vuestra vida, desde revistas impúdicas, vídeos, películas, imágenes, ropa propia, costumbres sensuales, palabras, conversaciones y chistes, amistades libertarias, en las que se comparten ratos de ocio desviado, como supuesto descanso.

Mamá, desciendes mucho. Es algo impuro y no debes estar aquí. Tú, la Pureza.

Déjame, pues soy vuestra Madre. ¿No he de bajar Yo a limpiaros, Yo, que os veo sucios? ¿He de dejar a mis hijos manchados con el vicio y la impureza?

Déjame que venga a limpiaros.

       Sí, Mamá.

La impureza familiar empieza en los propios cónyuges y mancha a sus hijos. Salpica siempre. Que no crean que ellos pueden vivir en la concesión de vicios impuros y eso no afecta a sus hijos.

Os digo que les afecta simplemente vuestra mirada. Los ojos impuros se captan siempre. Los ojos son el reflejo del alma y los niños se miran y crecen en los ojos de sus padres.

En la vida familiar se capta todo. No te puedes poner el traje de pureza que llevas a la calle.

Aquí estás con el traje de andar por casa, y en ése eres tú mismo, sin tapujos, sin caretas. Y eso es lo que ven y captan los tuyos, con los que convives.

Pueden desde fuera opinar de ti… pero en casa se sabe cómo tú verdaderamente eres.

Si eres impuro, llenarás de impureza tu hogar.

Y mancharás a los niños con ello. De lo que Dios te pedirá finalmente cuentas.

Si los esposos impiden la nueva vida que les envía Dios en su interior, eso aunque no se diga y no se hable, también se transmite a los suyos. Y los hijos crecerán con la idea de que traer niños al mundo es un horror. Luego entonces que ellos mismos hayan venido es una equivocación y algo malo que, de poderse haber evitado, se habría hecho.

Y luego esos niños crecen toda su vida con la idea de que su vida no merece haber existido y que no es algo bueno que existan.

Sentirán que lo mismo que no se ama a los posibles hijos, pues se evitaron, tampoco se les ama a ellos, o si se les tiene es por un fin meramente utilitarista: porque les proporcionan algún bien a los padres.

¿Has visto lo que causa no seguir la Ley de Dios en ti y en tu familia?

De ahí vienen los destrozos de los hogares.” [16]

La impureza lo mancha todo, pervierte las relaciones de los esposos y contamina a los hijos, sembrando en ellos una cizaña, que estigmatiza sus vidas y las corrompe por las malas costumbres de sus padres, para que ellos mismos de mayores, reproduzcan un modelo similar en sus propios hijos. La Virgen es clara al respecto:

¡Es vuestra piedra de toque! ¡Es por donde se os ha colado Satanás!”[17]

Y una vez que se ha colado Satanás por una rendija, entran el resto de pecados y las funestas consecuencias de los mismos:

“Y qué digamos de la pereza y sensualidad, la gula y los apetitos desordenados.

Eso es sólo un efecto de vivir en la impureza, la dejadez, la vida in-virtuosa, cuando no viciosa que termina en adiciones.

La bulimia, la anorexia, la drogadicción… Buscad la causa última y siempre viene de la impureza de unos padres. Los dos juntos o sólo uno de ellos. Los ojos de sensualidad y la educación dejada y poco cultivada, sin normas, sin leyes, sin entrega y sin amor”. [18]

 Ya Jesús en el Evangelio anticipa este problema y habla de “generación malvada” a los hombres de su tiempo. ¿Qué podría decir de nuestra generación actual?

“Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda vagando por lugares áridos en busca de reposo, pero no lo encuentra. Entonces piensa: ‘Me volveré a mi casa, de donde salí.’ Pero resulta que, al llegar, la encuentra desocupada, barrida y en orden.

Entonces va y toma consigo otros siete espíritus peores que él; entran y se instalan allí, y el final de aquel hombre viene a ser peor que el principio. Así le sucederá también a esta generación malvada.” [19]

Pero fijémonos en José y María, esos padres modelo, a los que los esposos deberían volver su mirada ¿Cómo influyeron en la educación de Jesús?

“Mi padre, san José: ése sí que fue un verdadero padre. Aprendí de él mi amor paternal hacia mis ovejas. El buen pastor. El padre bueno. El esposo atento. El verdadero “cabeza de familia”.

Miraos en san José, padres, si es que queréis ser un buen padre.

Y tú, como esposa y madre: mírate en la Virgen.

¿Qué haría Ella? ¿Crees tú que Ella devolvería mal por mal? ¿O estaría atenta para hacer el bien?

Míralos a ellos como si fuera Yo. Mírame a Mí en ellos. Y actúa con ellos como lo harías conmigo.” [20]

La avaricia del tener, (inmersa) en la vida familiar (segunda concupiscencia)

Vivimos en la sociedad del tener, donde lo que vales no es lo que eres, sino lo que tienes: dinero, bienes materiales, fama, prestigio, poder, apariencia… Esta ambición se ha instalado en todos los hogares, ha ido entrando desde todos los ámbitos, desvirtuando totalmente los valores sobre los que construir la familia y educar a los hijos.

Y aquí encontramos ejemplos para todos los gustos, que la Virgen va desgranando y explicando con sutileza, porque los tenemos tan asumidos a nivel social y familiar, que ya ni siquiera en muchos casos, los percibimos como raíz de un sinfín de problemas ulteriores.

¡Cuántos matrimonios rotos, cuantas familias desestructuradas por construir sobre cimientos falsos las relaciones conyugales y entre padres e hijos!

El tener como motor de la vida familiar los bienes materiales como fin último de nuestras acciones:

“Donde los padres lo primero que les ha importado es dar cosas materiales a sus hijos, olvidándose de las espirituales, olvidándose de la fe.” [21]

 Los criterios egoístas y materialistas a la hora de elegir pareja y de educar (o más bien dejar sin educar) a los hijos:

 “Donde, por ejemplo, a la hora de elegir cónyuge, elegir el que está mejor situado laboralmente, “porque es trabajador”, pero en donde no me ha importado que no sea religioso y en cuántos casos que ni siquiera tenga fe.

Como si la fe fuera un requisito de segundas antes de contraer matrimonio católico.

Pero, hijos, os casáis en la fe cristiana.

No casaros así entonces, si es que no tenéis fe, porque por lo menos no viviréis engañados sobre vuestro matrimonio, ni engañaréis a la sociedad ni a vuestros hijos.

Si no tenéis fe, no podéis vivir como si la tuvierais. Si veis que es algo importante para la vida, esforzaos por lograrla. Y si creéis que no lo es, vivid conforme vuestras creencias. No es lo vuestro casaros por la Iglesia.

Ahora Yo os digo: en la Iglesia está la verdad sobre el matrimonio. Si queréis vivir en verdad, acercaos a ella y a sus enseñanzas y vivir conforme ella.

Yo os llamo. Venid a Mí, a través de Mí.

Si para vosotros no es bueno vivir en fe juntamente a vuestros hijos, no les educaréis en fe, aunque les llevéis a un colegio católico. Eso causará más rechazo en ellos, pues les están enseñando algo que no se vive en casa.

¡Aunque tantos colegios que se dicen católicos no lo son!

Si para vosotros la vida material es lo importante, eso transmitiréis a vuestros hijos, y esos, los que de ellos logren nacer.

Hay un número de hijos asignado por Dios a cada padre. No tened ni más ni menos.

Esos padres o cónyuges que no tienen tiempo para los hijos ni para el otro porque tiene que procurarse tener y tener y tener cosas y más cosas.

¿Para qué?

A todo eso le llega la polilla y la herrumbre y se descompone.” [22]

El culto al cuerpo, el hedonismo, el afán por aparentar una imagen que no se es, la cultura del tatuaje y del piercing, del cambio de imagen para conseguir un efecto grotesco o chabacano, de la cirugía estética y los productos de belleza, para disimular o maquillar la edad, y seguir el mantra de “aparentar” menos años o incluso conformarnos con aparentar menos días, si nuestra economía no nos permite llegar a más.

“Lo mismo que tu cuerpo. Polvo eres y en polvo te convertirás. Y cuando resucites en ti no habrá nada de lo que te procuraste artificialmente.

Tu cuerpo es tu cuerpo tal y como te lo dio Dios. No cambies tu cuerpo. Es santo tal y como vino de Dios. Y a Él volverá ya sin ningún defecto en la Resurrección.

¿Por qué mutilarlo y modificarlo, si no es por salud y necesario?

Amaos a vosotros mismos y amaos con vuestro cuerpo.

Dejad a Dios que lo resucite tal y como Él lo pensó para ti.

No te erijas tú en Dios que modela tu propio cuerpo a su medida y capricho.” [23]

La Virgen, también habla del “tener”, pero enfocado según Dios y para ello, hay que cambiar el proyecto del mundo, por el proyecto del Evangelio, la entrada ancha que lleva a la perdición por el camino estrecho que lleva a la vida:

“Tener, tener”. Tener cosas, tener aspecto, tener prestigio, tener fama y apariencia. ¿Buscáis igual tener, pero para Dios, para dar a Dios?

Tener obras de amor, obras de piedad, obras de misericordia, de caridad.

Sacrificios. Crecer en las virtudes. Hábitos virtuosos. Adelantar en la santidad. Escuchar la Voz de Dios y acoplar tu vida a ella, no al revés. Vivir todo el día en presencia de Dios, pero porque habéis dedicado un rato en exclusiva a Él.

Y eso es lo que primeramente os habéis preocupado en tener: unión con Dios. Vida acorde sus mandatos. Buscar la Verdad que se encuentra en Él.

Eso, sin que habléis, se transmitirá a vuestros hijos.

Y hablando, habladles de la fe y del Amor de Dios y que esa es la finalidad de sus días: agradar a Dios. Y que eso busquen toda su vida como el bien preciado a poseer.

Aunque para ello tengan que perder todos los bienes de la tierra.

Vivid en austeridad.” [24]

 María también tiene palabras para los ricos, para aquellos que nadan en la abundancia y que han ocupado sus vidas dedicándose a acumular bienes.

La riqueza no es mala en sí misma, siempre y cuando no esté basada en la codicia y los bienes se compartan y se orienten a Dios. Jesús así lo expresaba:

Amo y alabo a esos ricos que no se encumbran en sus riquezas, sino que las ponen al servicio de los demás.” [25]

“¡Y no habéis pensado, los que tenéis mucho y en abundancia, que tenéis para compartir con los demás! ¡No para poseer y acumular! ¡No para crecer en prestigio social!

Hacéis muy bien los que lo dais para obras de caridad o para la Casa del Señor, su Iglesia.

Los que construís templos o dedicáis a él vuestras riquezas. Son para Dios. Para Dios el mayor honor. Las mejores ropas y los mejores adornos, fuera de la ostentación. Eso no lo quiere Dios. Un templo a nivel humano, sino un templo para adorarle a Él.

¿Dónde se puede ver que esté Dios si no lo cubres de Majestad, aun en la selva?

Aun en la selva, los mayores honores para Dios. En la sencillez de lo que tengáis, pero para adorar a Dios. Que se vea también con los sentidos que ahí está Él.

¿Aunque se mueran de hambre?

Dios se lo da a sus amigos mientras duermen.

Cuántos piensan, como Judas, que los honores no deben ir a Dios sino a los pobres… y a ellos también. “A Dios no, pero a mí sí”. “A mí los honores, pues soy ministro de Dios, soy su profeta o su apóstol, pero a Dios no… Lo de Dios mejor a los pobres, por mi medio. Y en el camino ya me quedaré yo con algo”.

¡Ah… hipócritas! ¡Pobrecillos falsos! Falsos apóstoles, falsos profetas, falsos ministros de Dios, que lo sois tan sólo de sí mismos.” [26]

 Y frente a este panorama actual de una familia perdida en un mar de estímulos y pasiones, que la desgarran en su interior, para hacer que adore a otros ídolos que no a su Dios, fijémonos de nuevo en la Sagrada Familia. Mientras las familias del mundo buscan la comodidad, el placer, la seguridad material… Dios Todopoderoso no escatimó medios (incluido el capricho de un gobernador que, en pleno embarazo de María, dictó un edicto de censo en Palestina[27]) para conseguir que su amado Hijo, naciera en la más estricta pobreza y desasimiento, después de que sus padres, con María encinta y a punto de dar a luz, tuvieran que desplazarse a Belén desde su sencilla y cómoda casita de Nazaret. Pero Jesús recibió gracias mayores que las que se pueden conseguir con bienes materiales:

“En lo humilde nací, nací en un Pesebre, rodeado de heno y estiércol, pero era para mi Padre la antesala del Cielo, porque estaba José, porque estaba María, y con su amor sincero propiciaron una cuna para su Salvador. Su Amor fue el que me dio el calor.”[28]

La soberbia de la vida (tercera Concupiscencia)

Entramos de lleno en la tercera concupiscencia, la más sutil y difícil de desmontar, pues se encuentra “embebida” en nuestros genes en forma de pecado original. Y es que, desde los albores de la humanidad, el hombre ha querido hacerse dios, ser como Dios. Cuando Adán y Eva engañados por la serpiente: “Es que Dios sabe muy bien que el día en que comáis de él se os abrirán los ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal”,[29] lo primero que hicieron fue ocultarse de Dios: “Te he oído andar por el jardín y he tenido miedo, porque estoy desnudo; por eso me he escondido.”[30]

Este ocultarse de Dios, es lo que nos explica la Virgen al hablar de la soberbia de la vida, la tercera tentación es prescindir de Dios.

“La soberbia de la vida. ¡Ah, cuánta vanagloria! Cuánto “querer saber”, cuánta curiosidad, pero no según Dios, no según sus Mandatos y lo que Él manda. ¿Qué haré con vosotros?

Habéis pensado que vuestro solo saber basta. Y habéis cerrado otras vías de conocimiento de Dios, incluidas la iluminativa por medio de la oración.

Pensáis que Dios no habla por la oración, porque vuestro conocimiento intelectual os ha astragado el intelecto del alma, de las cosas de Dios a través del alma.

Dios se comunica por el alma, se quiere comunicar a vuestra alma.

Pero “vosotros sabéis más”. “Sabéis más que Dios”.

Pues Dios os deja entonces merced vuestro intelecto equivocado, dañado por el pecado original y sin discernimiento por el Espíritu, ya que a Éste le habéis cerrado todo el paso.

No os quejéis luego de que andáis perdidos.

Os equivocaréis, si no queréis hacer paso en vuestra vida al Espíritu de Dios, ya que Éste se manifiesta ahora con más fuerza, pues os es necesario.”[31]

 Una vez que, por el conocimiento, por el trabajo propio, hemos conseguido llenar nuestro vacío existencial de bienes materiales, comodidades y saberes, Dios ya no tiene cabida en nuestra vida y allí donde no está el Espíritu de Dios para guiar nuestros pasos, el demonio irrumpe para llenar el vacío existente y hacer caer a la persona en error tras error, equivocación tras equivocación. Pero en muchos casos, lejos de asumir las consecuencias de los errores propios, el orgullo hace que le echemos la culpa a la sociedad, a los padres… e incluso que le pidamos cuentas a Dios de nuestra desgracia o de la desgracia provocada por los caminos errados de nuestros hijos, unos hijos sobre los que pesan los errores de los padres, muchas veces amplificados por el poder de convicción de la sociedad actual, que cada día que pasa está más y más alejada de Dios.

 “Soberbios y orgullosos, no necesitáis a Dios porque ya sabéis lo que hay que hacer.

Os veo llorando luego, en el transcurso de vuestra vida y con los avatares y acontecimientos que os pasan, porque no sabéis qué camino tomar y no escucháis a Dios o porque veis que os habéis equivocado al tomarlo, por sus consecuencias, y le pedís entonces cuentas a Dios.

En la “soberbia de la vida”, el hombre se cree Dios y sabe más que Dios y, como se equivoca, luego le pide cuentas a Dios. Le deja de oír por eso y sólo le recuperará si desanda el camino, se arrepiente y enmienda sus errores.

Cada error. Uno por uno.

Y eso sólo se consigue con mucho dolor y penitencia.

Cuando ve que sus hijos yerran, le echa la culpa a “la sociedad”. Total, el caso es no tener él ninguna y excluirse de esa responsabilidad.

En el error de los caminos que han tomado sus hijos, verá el suyo, puede ver el suyo, si quiere.

Es esto una gracia de Dios para la familia, una oportunidad de conversión.

Y cuanto antes se ataje, mejor.

¿Por qué, si sus padres eran los únicos jueces de sí mismos y del mundo y los únicos reyes y señores de todo, tienen que ser ellos distintos?

También utilizarán su soberbia y su sola razón. Y ésta les llevará a peores caminos aún que sus progenitores.”[32]

Y es verdad, ya nos lo decía la Virgen:

Todos los conflictos nacen en el seno de una familia”[33].

Pero Cristo murió por todos, su Redención es completa y abarca a todos los hombres, desde Adán, hasta el último hombre que pise la tierra, aunque en su libre albedrio, el hombre tiene que acogerse a ella.

“Y en este camino tan perdido, está la penitencia de toda la familia.

Recorredlo. Humillaos. Cambiad vuestra vida. Cambiad desde vuestros hábitos, a un cambio interior mayor. No hay nada imposible para Dios ni nadie sobre el que no tenga efecto su Redención.

Luchad. Conseguid la vida según el Espíritu, dejando según la carne y obedeciendo filialmente a Dios y a sus Mandatos. Sí, esos que están en vuestro interior, pero, si les habéis expulsado de él, buscadlos en aquello que manda la Santa Madre Iglesia Apostólica y Romana.

En ella se encuentra la Verdad.”[34]

 La esclavitud del gozar, tener y dominar con el conocimiento humano

Las tres concupiscencias dominan las estructuras sociales y familias en nuestra sociedad. Baste un ejemplo simbólico, pero que representa el trasfondo de todo esto.

Fijémonos en el coche moderno, símbolo de libertad para muchos, de poder de decisión y control para poder ir donde y cuando quiera a cualquier parte que desee. En él se unen el “gozar” (la famosa campaña de ¿te gusta conducir?), el tener (siempre buscando el último modelo) y el dominio del conocimiento (cada vez más avances y más sofisticados).

El coche, ya no es solo un medio que nos lleva fácilmente a un sitio, sino que nos avisa si no llevamos el cinturón de seguridad o si no hemos cerrado bien las puertas.

Nos ayuda a la hora de aparcar, e incluso ya aparca por nosotros.

Nos ayuda a la hora de conducir evitando obstáculos, e incluso ya conduce por nosotros.

Nos ayuda a saber cómo ir al sitio elegido usando el navegador.

El último avance, el definitivo, la apoteosis del conocimiento humano, será el coche que nos diga también dónde tenemos que ir (a través de un ordenador de silicio que nos hable con una agradable voz sintética). De este modo tendremos la completa libertad, nos montaremos en él y todo estará hecho, pero la libertad tiene un precio, y es que nos habremos convertido en esclavos absolutos de esa voz que nos dice dónde, cuándo y cómo tenemos que hacer las cosas. Y esa voz no es la voz del Espíritu de Dios, es la voz del propio hombre que ha diseñado todo prescindiendo de Dios, en definitiva es la voz del diablo.

La Sagrada Familia como modelo

Jesús nos llama a construir sobre la base y el modelo de la Sagrada Familia de Nazaret, imitando a María, emulando a San José:

“Yo era “La Llena de Gracia”,[35] la que estaba llena del Espíritu Santo. Yo hice feliz y dichoso a José. Yo colmé de mis atenciones y mi amor a Jesús. Y Yo me di a todos los hombres, y aún continúo.

Eso lo pude hacer porque fui la Esposa del Espíritu Santo. Y Él se me comunicó en plenitud para que pudiera darlo a los demás y para que pudiera hacer feliz a tanta gente. Para que pudiera ser Madre y Virgen. Casta y Pura y Ardiente Esposa y Madre entregada. Madre de todos los hombres. Madre de la humanidad.”[36]

 “Mi padre san José… Yo le amé en la tierra como a un auténtico padre. Y en el Cielo disfruta de un puesto de preferencia a mi lado. Pero está como en la tierra; como en un segundo plano. Yo le amo. Y le amo por todo lo que dedicó al Verbo Encarnado, por su fe, por su pureza, mansedumbre de corazón y caridad. ¡Oh, si muchos fuerais como san José…!

Echo de menos en la tierra otros san José. San José era sólo hombre, era sólo hombre… no lo olvidéis.”[37]

Incluso entre los que nos autodenominamos cristianos practicantes, se han colado las tres tentaciones y bajo una apariencia externa de “pulcritud” y servicio a Dios (ayuno y rezo incluido), hemos creado familias siguiendo nuestros propios criterios, que en muchos casos, son los criterios del mundo.

“Que, a quien llamo, nada más que le llamo, se siente rápidamente con el poder, y cual “espada de luz”, coge y empieza a blandirla destrozando todo. No espera. No escucha. No oye. No atiende. Él mismo se inventa la misión, y para él actúa. No para Dios.

Y esos son “mis vencedores”, los que están a mi servicio por medio de María: unos incrédulos soberbios que, onerosos y ostentosos, sólo quieren hacerse ver a sí mismos.

¡¿Que me creen?! ¿¡A Mí!? Creen a sí mismos, a su soberbia y a su Serpiente.

¿Que rezan? Puede ser, puede ser que recen…

¿Que ayunan? Puede ser, puede ser, sí…

No es ése sólo el distintivo del cristiano. Los fariseos también rezaban y ayunaban, y estaban lejos de Mí.

Que el distintivo del cristiano es la humildad y la sencillez, por medio de María.

¿Que no sabéis cómo? Mirad a María. ¡Mirad a María! Imitad en Ella todas sus virtudes. Todas sus virtudes.

Y en familia, imitad las virtudes domésticas de la Sagrada Familia.

Es así como Yo podré venir a Reinar.

Mientras los corazones no estén sometidos a María y las familias no a la Sagrada Familia, Yo no podré venir a reinar, ni en los corazones, ni en las familias, ni en la sociedad.

Hay algunos que sí, que se ponen rápido la medalla de “familias consagradas”, de “corazones consagrados”. ¿En serio? ¿En serio lo estáis? ¿Podré venir Yo, y con mi Lupa de Amor, miraros y observar lo que hay verdaderamente dentro?

Cuando mire y observe, ¿podré ver amor? ¿O más bien veré pecado, dinero, soberbia y vanagloria, poderes mundanos, vanidad y pereza para las cosas de Dios?

¿Qué Corazón mío y de mi Madre es ése? ¿Qué familia consagrada es ésa?”[38]

 Volvamos de nuevo los ojos a la Sagrada Familia de Nazaret y cambiemos nuestros modelos de familia por lo que ellos representan, tal y como nos decía la Virgen:

“Sí, “el padre ha muerto”.[39] Poned fijos los ojos en san José, padre, para saber lo que tenéis que hacer, cómo os debéis comportar. Basad vuestra unidad (familiar) en la Sagrada Familia y en la Trinidad. Poned todos vuestros anhelos en el Corazón de Jesús.

Defended a la infancia. Amad y engendrad a vuestros hijos, cuidadlos, educadlos. Formadlos para futuros pobladores del Cielo.”[40]

Y para finalizar, Jesús explica en un maravilloso relato, cómo fue la vida de la Sagrada Familia, cómo vivieron José y María su experiencia de amor casto y puro.

“¿Por qué José y María comprendieron al punto lo que se requería de ellos? Porque eran personas que vivían en un permanente estado de gracia. No pecaban.

El pecado os ofusca el horizonte, os nubla la vista. El pecado es el que os hace no poder oír a Dios. Si una persona vive en gracia comprende al punto qué es lo que el Señor requiere de ella.

Puede haber tentaciones. También ellos las tuvieron. La de la duda, la de la falta de fe. Pero nunca hizo mella en ellos. Pasó como un nubarrón, sin mancharles, porque sopló suave la brisa del Espíritu y lo deshizo todo. No podían hacer mella en ellos, pues viven de fe; es en Jesucristo en quien han puesto toda su confianza. El camino también se les hizo duro, muy duro, pero su fe y su amor, su esperanza perduró siempre y les hizo salir vencedores de todas las pruebas. Que las tuvieron.

 ¿O crees que por ser los padres de Dios, Dios les colocó en un palacio y les regaló abundantemente de sus dones materiales? No: vil pesebre, vil polvo del camino, y sudores, y quehaceres, trabajo, mucho trabajo…, pero ellos siempre: oración, dedicación a Dios, confianza en Él, amor a Dios y a sus enemigos, alegría y plenitud de la vida interior. No abundancia de la vida exterior, sino plenitud en su interior.

Porque supieron vivir siempre en gracia y amarrados sus corazones al que es el Amor. Y Dios les regaló de sus dones sobrenaturales. ¿O creéis que no gozarían de dones místicos? Sí. Llevados con naturalidad y sencillez dentro de una vida en el mundo; pero gozaban de una unión excelsa con Dios.

Ellos siempre perseveraron. Esto es lo que quiero que conozcáis, que perseveraron en sus dones en la estrechez, en la calamidad, perseveraron en los gozos y las alegrías, perseveraron y mantuvieron la fe, el amor y la caridad, la esperanza y el temor. Los dones del Espíritu Santo. Las virtudes teologales y cardinales. Y Dios les regaló con todos sus dones, ¡cómo no! Y llevaron una vida plena en Gracia y favor de Dios. ¡Plenitud de gracia! ¿Sabéis vosotros lo que es eso?

Perseverar hasta el fin en la gracia y el favor de Dios otorgado. ¡Oh! ¡Almas que perseveráis! ¡Qué gratas le sois a vuestro Dios! ¡Almas que perseveráis! ¡Perseverad!, ¡perseverad! Junto a José y María, en la Sagrada Familia. Perseverad en sus dones. Ellos, con esta realidad que tenían tan llena de pobreza, hicieron riquezas y maravillas para Dios. Supieron ser fieles servidores. Nunca se apartaron de Él.

Y nunca dudaron del camino a seguir. Dios siempre se lo iba mostrando en la oración. Vivían un clima de permanente unión con Dios. Así nunca se sentían perdidos ni sin saber qué decisión tomar, qué hacer. Siempre sabían cuál era la Voluntad de Dios en sus vidas. Dios siempre lo dice. Dios no se contenta ocultando su Voluntad. Él siempre quiere que su Voluntad permanezca clara y diáfana para vosotros.

¿Por qué a veces no sabéis cuál es la Voluntad de Dios? Primero, porque no vivís en gracia. Luego, porque no perseveráis en la oración. Y después, porque no tenéis fe, esperanza y caridad.” [41]

Cerremos los ojos y contemplemos a la Sagrada Familia en su arduo y apresurado viaje a Belén, maravillémonos con el nacimiento de Jesús en extrema pobreza y sencillez, recorramos con ellos el largo camino a Egipto por el desierto, pasando frio, calor en su huida a una tierra extraña, vivamos en la casita de Nazaret su hogar, compartamos el trabajo de sol a sol de San José como carpintero y la vida en familia, humilde y oculta a los ojos de los hombres, pero llena de vida y riqueza interior a los ojos de Dios. Y en esta contemplación… Aprendamos a vivir según el Evangelio que ellos supieron hacer vida en la familia que formaron.

[1] Mensaje de la Virgen del 28-11-2020

[2] Cfr. Lc 4, 1-13

[3] Mensaje de la Virgen del 28-11-2020

[4] Mensaje de la Virgen del 28-11-2020

[5] Cfr. Lc 4, 10-11

[6] Mensaje de la Virgen del 28-11-2020

[7] Mensaje de la Virgen del 28-11-2020

[8] Cfr. Mt 7, 3

[9] Mensaje de la Virgen del 28-11-2020

[10] Mensaje de la Virgen del 28-11-2020

[11] Mensaje de Jesús del 18-12-2009

[12] Cfr. Lc 11, 20

[13] Mensaje de Jesús del 17-05-2012

[14] Mensaje de la Virgen del 28-11-2020.

[15] Mensaje de la Virgen del 28-11-2020

[16] Mensaje de la Virgen del 28-11-2020

[17] Mensaje de la Virgen del 28-11-2020.

[18] Mensaje de la Virgen del 28-11-2020

[19] Cfr. Mt 12, 43-45

[20] Mensaje de Jesús del 19-03-2009

[21] Mensaje de Jesús del 19-03-2009

[22] Mensaje de la Virgen del 28-11-2020

[23] Mensaje de la Virgen del 28-11-2020

[24] Mensaje de la Virgen del 28-11-2020

[25] Mensaje de Jesús del 12-05-2015

[26] Mensaje de la Virgen del 28-11-2020

[27] Cfr. Lc 2, 1-2

[28] Mensaje de Jesús del 26-10-2000

[29] Cfr. Gn 3, 5

[30] Cfr. Gn 3, 10

[31] Mensaje de la Virgen del 28-11-2020

[32] Mensaje de la Virgen del 28-11-2020

[33] Mensaje de la Virgen del 21-04-2015

[34] Mensaje de la Virgen del 28-11-2020

[35] Cfr. Lc 1,28.

[36] Mensaje de la Virgen del 23-03-2012

[37] Mensaje de Jesús del 19-03-2004

[38] Mensaje de Jesús del 30-12-2015

[39] Ha salido un libro interesante “El eclipse del padre”. De la figura paterna en nuestra sociedad.

[40] Mensaje de la Virgen del 18-07-2003

[41] Mensaje de Jesús del 14-08-2003

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