Mensajes del Señor con las Promesas para aquellos que vivan y difundan el Carisma de la VDCJ

Jesús: (06.10.2016)

Las Promesas son (aumentables) porque habrá muchos grados al leer.[1]

Unos sólo lo leerán; otros se moverán un poco; otros cambiarán de vida y lo aplicarán a su vida como un Camino; en otros la transformación será radical.

Hay algunos que te ayudarán,[2] pero sin implicarse demasiado, y otros que te ayudarán siendo su vida una vivencia radical eucarística según la VDCJ”.

Jesús: (07-11-2016)

¡Oh, amada!, ven, cariño, ven y no temas.

Yo te he dicho que eres suscitada para el enorme Pueblo de Dios. Tu Mensaje es universal. Tu Mensaje es a todas las gentes.

En los Últimos Tiempos de la Iglesia existe mayor profusión de Gracias, y en los Últimos Tiempos existe más horror y pecado, más tentación, más vicio, y la fe se halla más ennegrecida. Por eso tiene más mérito perseverar en estos Últimos Tiempos.

Para los Últimos Tiempos está reservado el Mensaje más Tierno.[3] Y Yo te lo he comunicado a ti.

Por eso, amada, debes alegrarte.

Debes alegrarte, y que se alegren contigo todos los que buscan ayudarte, porque Yo les prometo las mismas Gracias reservadas para ti, por ayudar a esta Obra.

No me refiero a locuciones, porque ésas son sólo para ti, amada mía, en intimidad tú y Yo, tuya y Mía. Sólo los dos. Me refiero a todo lo que va parejo a esto: gracias eucarísticas, prosperidad en sus empresas, protección especial del Cielo, perseverancia continua, luces espirituales, luces en el entendimiento, fortaleza en el espíritu, longanimidad, (…) de ánimo. Y que se les adjudique la salvación de miles de almas, y que esto les sea contado para la eternidad.

Incluso su protección para sus seres queridos, la evitación del infierno para ellos y la perseverancia final.

Jesús: (23-02-2017)

Y después de haber visto, querida, todo lo que te he dicho, que Yo te voy a proteger, ¿no confías en Mí?

Así todos los que, como tú, trabajan por el Evangelio y ponen su confianza en el Señor:

Pondré paz en sus familias.

Les libraré del Enemigo.

En la hora de la muerte, seré su Auxilio.

Su vida será plena y dichosa, aun en las mayores adversidades.

Saldré como Defensor ante sus acusadores.

Mi Corazón será su morada en el día del peligro.

Jamás pedirán una cosa y quedarán defraudados.

Seré la culminación de todos sus anhelos.

Cuando lloren, serán consolados.

Les prometo, no tanto dicha en la tierra, sino felicidad eterna. Pero aquí todas sus cruces se les harán dulces.

En su vocación, pleno cumplimiento de mi Voluntad.

En su duda, Luz.

En el reposo, Paz en el alma.

¡Alaba, Israel, al Señor por todos sus beneficios![4] Que Yo amplío mis Promesas en esta niña, para todos los que vivan la Verdadera Devoción al Corazón de Jesús Eucarístico, que serán co-redentores Conmigo, con todo lo que eso conlleva:

Serán contadas por miles las almas que por su medio llegarán a Dios.

Les prometo en el Cielo una dicha especial. Porque, ¿cómo es la dicha de los unidos a Mí-Eucaristía en la tierra? Ah… la dicha no tendrá límites. En el Cielo seguirán gozando de ella y les serán comunicados todos los Misterios Eucarísticos. Porque Dios, en su Eterna Misericordia, quiso hacerse Eucaristía con vosotros.

Porque no es sólo que se quiso quedar para acompañaros en la tierra. Es que os quiso hacer partícipes de Él mismo.[5] Y os quiso convertir en otros Yo, otros Cristo.

Aunque no fuerais sacerdotes, ¡todos sacerdotes!; aunque no fuerais profetas, ¡todos profetas!; y aunque no fuerais rey, ¡todos rey, pues (sois) hijos del Rey![6]

Os quiso hacer hijos en el Hijo.[7]

Os quiso hacer morada del Espíritu Santo.[8]

Os quiso hacer partícipes de la Gloria de Dios.

Y os quiso hacer co-redentores con la Madre, mi Madre. Madre de Dios y Madre vuestra.

¡Oh, Marga!, que podrías estar toda la noche escribiendo sobre las Promesas, y no acabarías.

En el Cielo os lo seguiré comunicando, porque son las Promesas de la Obra de la Redención.

Ser salvadores de vuestros hermanos. Corredimir con Cristo.

Podría parecer esto una fría transacción en: “Si yo te doy esto, ¿tú qué me das?” Y así no quiero que se entiendan las Promesas.

Yo no doy Promesas sobre una Devoción para rellenar unas casillas de un formulario y adquirir así más puntos para ir al Cielo. Esto no es un negocio.

Es una Comunión de Vida y Amor, y a Mí has de venir por el amor que me tienes, no por lo que Yo te voy a dar.

A los que se enamoran de Mí, Yo les prometo las Nupcias eternas con el Amor de los Amores, y ahora aquí en la tierra las nupcias místicas en mi Alma y con mi Cuerpo Eucarístico.

Les prometo ser, en el Cuerpo Místico de Cristo, que es la Iglesia, el Amor, el Corazón Místico de Jesús.

Les prometo Unión Mística Conmigo, como la de los grandes santos.

Les prometo Presencia constante de Amor. Acompañamiento perenne de mi Santo Espíritu.

A quien sea fiel a sus votos, recompensa de fiel en el Cielo.

Y aún hay más:

No se perderán ninguno de los seres queridos.

Y Cielo para los que les maltratan.

Les prometo cruel persecución en la tierra, pero Dios mismo, con sus manos de Padre, librará a sus hijos de la trampa (red) del cazador.[9]

En la enfermedad, Yo mismo velaré su cama.

Y mi Madre será enviada especialmente para aleccionarle y educarle, y corregirle, y convertirle día a día, a la Vida nueva.

Será la Madre y Maestra que les enseñe el Camino.

Serán llamados a formar y alistarse en el Ejército de María. Con Ella como Capitana, ganarán las más feroces batallas contra el Enemigo.

Con mi Rosario, pararán las guerras y desastres.

Con mi Escapulario, saldrán ilesos del peligro.

Serán purificados a fuego y encontrados aptos.

Serán con su palabra espada de doble filo.

A su paso se convertirán las almas y expulsarán los demonios.

Prometo, en la Entrañable Misericordia de mi Corazón, que jamás serán confundidos en medio de las vanas doctrinas que se extenderán por el mundo en los días aciagos de la Gran Tribulación.

Ninguno de sus hijos morirá de muerte violenta.

Su familia no será quebrada, aun en medio de la prueba y la desdicha.

Les prometo muchos oprobios y vituperios a causa de los hombres malos de iniquidad. Pero éstos se les transformarán en perlas para la vida futura.

Les prometo Cruz, pero Gloria.

En mi Resurrección Gloriosa, Corazón de Cristo[10].

Jesús: (07-04-2018)

A los que te ayudan, Yo también les ayudaré en todas sus empresas.

[1] Al leer los libros de “Dictados de Jesús a Marga”.

[2] Que ayudarán activamente en la difusión de la VDCJ.

[3] Cfr. Rm 5,20.

[4] Cfr. Sal 103,2.

[5] Cfr. Hb 3,14.

[6] Esta frase es muy rica en contenido y necesita una breve aclaración. En el Nuevo Testamento a Jesús se le dan los tres títulos: sacerdote (Hb 4,14-16; cfr. Jn 19,23; Ap 1,13), profeta (Lc 24,19) y rey (Jn 6,15; 18,33-37; Mt 21,1-11; 27,37-42). Para san Pedro, la primitiva comunidad cristiana era real y sacerdotal, y tenía la función profética de proclamar las obras maravillosas de Dios (Cfr. I P 2,9-10). La tríada “sacerdote-profeta-rey” vuelve a aparecer en el siglo IV. El beato Cardenal John Henry Newman (s. XIX) aplica esa tríada al triple ministerio de la Iglesia, interrelacionando los tres elementos. En el siglo XX, Joseph Fuchs e Yves Congar la aplican a los laicos. La tríada es estudiada por Pío XII en su Encíclica “Mystici Corporis”. El Concilio Vaticano II da un gran paso en su estudio, aplicándola a Cristo, a los sacerdotes y a los laicos, especialmente en la Constitución dogmática Lumen Gentium. El Código de Derecho Canónico (c. 204/1) lo cita expresamente. El Catecismo de la Iglesia Católica nos recuerda: “Los bautizados vienen a ser “piedras vivas” para “edificación de un edificio espiritual, para un sacerdocio santo” (1 P 2,5). Por el Bautismo participan del sacerdocio de Cristo, de su misión profética y real, son “linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido, para anunciar las alabanzas de Aquel que os ha llamado de las tinieblas a su admirable luz” (1 P 2,9). El Bautismo hace participar en el sacerdocio común de los fieles”. (nº 1268). Pero, naturalmente, siempre distinguiendo entre el sacerdocio ministerial y el sacerdocio común o de los fieles.

[7] Constitución “Gaudium et spes”, del Concilio Vaticano II, nº 22.

[8] Cfr. I Co 3,16; 6,19; Ef 2,22.

[9] Cfr. Sal 91,3.

[10] En la Resurrección de la humanidad, ser en el Cuerpo Místico Resucitado, Corazón de Cristo Resucitado.

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